Collage de miércoles

Días como hoy consumen los minutos, cuando la noche se traga al sol en un solo bocado a partir de las cinco vespertinas y casi obliga a recobrar la memoria de lo que fue en un día de otoño con leves presagios veraniegos.

Postales urbanas se estampan frente a mis ojos y es inevitable no querer registrarlas cuando la vida se va en arrebatos cotidianos que el tedio nos impide ver con cierta capacidad de asombro, como si esos Dolce Gabanna eyes o DKNY oscuros no dejaran apreciar la realidad de las cosas o lo aborregado del cielo que camina junto a mis ojos por la ventana, en lo que el taxi avanza una cuadra más.

Un pit bull café ladra frente a la ventanilla de un oxxo exigiendo ser atendido como un cliente más que tiene hambre y es invadido por la prisa de un antojo que manifiesta a fuerza de ladridos, mientras una madre de familia y su hija observan al can aparentemente furioso y se preguntan si va a entrar o no.

Un hombre de cabellos despeinados abanderado con una camisa rota cubierta con un saco arrugado y descosido confunde a los daltónicos que no saben distinguir entre el gris o rubio cenizo. Su mirada parece concentrada, como si sus ojos estuvieran más redondos y brillosos. Nadie lo corre, nadie lo mira, apenas la cajera que le cobra una botella de Tonaya que compensa una búsqueda sin fin a paso lento.

La puerta abre y cierra un ritmo que parece normal a ciertas horas. El can logra ingresar con una naturalidad que camina como si supiera que va a tomar de los anaqueles. Una comensal observa el espectáculo y sonríe con asombro en lo que recuerda que desde hace rato tenía ganas de ir al baño.

Para abrir los sanitarios de la gasolinera hay que solicitar a la despachadora abrirlos prioridad, mayor seguridad de los clientes. El eco y la oscuridad abrazan esa privacidad que espanta. Las puertas suenan como las rejas de la cárcel. Cerca se alcanza a oír el canto del bebedor y su ritual de abrir la botella dorada.

Ya casi son las cuatro y las nubes comienzan a reunirse en la alfombra del cielo mientras hago repaso de las postales urbanas que se incrustaron en la correspondencia de la existencia.

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