Meetings and opinions up and down

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Los manifestaciones sociales son bengalas de esperanza para quienes desean cambios en una nación que parece no tener remedio, más que verse arrebatada por los abusos millonarios de funcionarios que beben con cinismo la teta pueblo, su modus vivendi.

El mismo cielo en sus diversas tonalidades es el punto de reunión para que esas luces griten fuera Peña,  no al gasolinazo ni pagar impuestos o no a tal ley que los titiriteros del país orquestan mientras los meetings van y vienen en México con una fuerza efímera en ciertas partes de la república, pero siempre más insistentes en el centro y sur del país.

Las marchas se vuelven pasarelas celestiales de luces que van y vienen como si fuera rotación de problemas de fondo que se tocan en el momento, gracias a la teoría del pánico y la sociedad del espectáculo mezcladas en un vaivén que perturba la paz momentánea  de  la conciencia colectiva dispuesta a cambiar desde su red social al mundo con expresar su opinión.

En medio del caos ideológico, surgen acontecimientos de diversa índole: ya sea festivos o deportivos, que por casualidad o causalidad distraen la atención y genera cierta debilidad en un movimiento encausado a cambiar o dignificar las condiciones de vida en una nación.

Como dice, Jean Baudrillard, con la instantaneidad de la información, ya no queda tiempo para la historia. Estamos tan saturados de datos, minuto a minuto en internet y redes sociales que el pasado se olvida y es difícil seguir soluciones que en algún momento histórico funcionaron independientemente del contexto.

Ninguna acción es perfecta, algunos critican de flojos a quienes insisten pero al menos con las manifestaciones se contribuye a luchar por hacer justicia o hacer del conocimiento de las autoridades que la sociedad está harta de las justificaciones idiotas de los altos funcionarios por incrementar impuestos o aprobar leyes que perjudiquen al ciudadano común, aunque  luego repercute en lanzar pirotecnia para responder con violencia los incómodos con voz y repartir entre comercios a saqueadores ficticios  que aprovechan la ocasión para saciar sus falsas necesidades o generar el pánico colectivo.

Pero hay de luchas a luchas,  algunas con luces violentas ya sea por parte de los manifestantes o autoridades que intentan quedar como héroes al controlar el caos organizados de voces conscientes exclamando sus derechos, como el principal que dice el artículo 39 constitucional en el que el pueblo puede modificar a su gobierno.

A gritos y movilizaciones al menos se provoca comezón y un tremendo ardor a manera de susto a quienes dicen representar a la ciudadanía y buscan boicotear una acción en busca de mejorar la realidad.

Mi solidaridad a quienes luchan y arriesgan su vida por la soberanía del pueblo, a pesar de que la organización puede dividir en grupos a los que se quieren llamar vencedores pero al final pueden tornarse vencidos si ceden a lanzar bengalas del otro lado.  Al final en los enfrentamientos ambos siguen convicciones que los mueven.